Nunca fuí un gran fan de la saga Mario Party. Tal vez porque tuve que saltarme la generación de Nintendo 64 donde se hizo fuerte. O tal vez porque en su momento, lo que buscaba en un videojuego, se alejaba de la simulación de juego de mesa en formato digital e interactivo. Sea lo que fuere, nunca los encontré como algo más que un entretenimiento fugaz con poca profundidad. Sin embargo, esto no me hizo ignorar la adopción que tenían por parte del público más amplio y ni hablar de los números de recaudación que la pintaban como una de las sagas más recaudadoras de la compañía nipona.
Entre aciertos y errores, la supervivencia de este spin off del fontanero siempre parece estar a tiro de moneda de ponerse en duda y es por esto que decidí enfocarme por demás en esta entrega, para ver si cerrando la generación Switch, había alguna idea que la hiciera destacarse o simplemente era una colección de minijuegos atados con un nombre reconocido acostumbrado a recaudar.
Super Mario Party Jamboree llega en un momento crucial para la consola y la serie, ofreciendo una perspectiva fresca sobre un diseño que había sido criticado en entregas anteriores. Esta nueva entrega en Nintendo Switch se esfuerza por mantener la esencia conocida y añorada, en un momento que los party games no están llamando mucho la atención de nadie, rodeados de otros tanques freemium que apuntan a la conexión social.
Una buena manera de competir contra esto, es con la variedad de tableros. Los títulos que emulan juegos de mesa suelen caer en un loop de jugabilidad repetitivo, amedrentados por el ritmo interrumpido de sus mecánicas. Para combatir esto, Jamboree ofrece siete escenarios diferentes, superando a su predecesor. No solo eso, sino que cada tablero ofrece también mecánicas únicas. «Western Land» introduce elementos de sabotaje e interacción constante con trenes por ejemplo, mientras que «Rainbow Galleria», invita a los jugadores y jugadores a recorrer un shopping muy divertido. Que cada mapa presente estos diferenciales, hace que la rotación de los mismos aporte a mantener la experiencia fresca y dinámica por más tiempo.
En términos de jugabilidad, la eliminación de los dados específicos por personaje – volviendo a la fórmula clásica con un único dado – es una de las noticias mejor recibidas personalmente. En esta oportunidad, el diferencial está dado por la incorporación de Jamboree Buddies, compañeros temporales que llegan para ayudarnos a través de micro desafíos, lo que no solo agrega una capa de estrategia a la partida, sino que suma la siempre placentera oportunidad de formar equipo con nuestro personaje favorito de la Mario Family. Es verdad que como en la vida real, algunos amigos que caen para ayudar terminan no haciendo mucho y esto hace pensar que podrían estar mejor balanceados pero, a pesar de esto, generan momentos muy entretenidos, característicos de lo que uno esperaría de una experiencia nintendera.
Los minijuegos, lo más importante en cualquier entrega de Mario Party, son tal vez de los más divertidos en un tiempo, además de los más dinámicos y enérgicos. Con más de ciento diez variantes posibles – incluyendo nuevos desafíos y homenajes a históricas prendas -, encontraremos tanto ideas reinventadas como innovaciones que se convierten en clásicos instantáneos. Por supuesto, hay algunos minijuegos completamente olvidables que terminarán siempre al final de las listas a la hora de elegirlos, pero eso no quita que el balance sea positivo.
Lo que está más que claro y casi no podemos negar, es que la magia de Jamboree se hace presente cuando jugamos con amigos. A diferencia de la última entrega, este Mario Party no ofrece una experiencia single player muy robusta, incluso haciéndome pensar que algunas de sus modalidades parecen apuradas como para evitar lanzar al mercado un juego exclusivamente multijugador. Y desde ya, la experiencia multijugador en línea no está a la altura de compartir una habitación a los gritos, pero la realidad es que las opciones de comunicación y el dinamismo de las partidas suple el no poder mirar a un amigo a la cara mientras le robamos sus estrellas.
El apartado audiovisual de Super Mario Party Jamboree no es particularmente innovador, pero se lleva el galardón por cementar definitivamente lo que recordaremos como la Estética Switch. Los diseños limpios, los colores pastel, y la estética casi de manual de marca, hace de sus escenarios y personajes en pantalla, una postal de lo que significa ser un juego de Nintendo el día de hoy. Por fuera de como se ve, la creatividad sobre los tableros es lo que mejor complementa las visuales. El enfoque en el diseño de tableros enérgicos como la pista de autos, es donde el título realmente brilla, mostrando un esfuerzo significativo por ofrecer un universo atractivo que no quiere caer en una lista “B” de las tantas actividades extracurriculares de Mario y su pandilla.
Super Mario Party Jamboree tal vez no signifique una revolución para la saga, pero encontró la manera más dinámica y efectiva de volver a presentar su fórmula clásica, concentrando las mejoras en la prolijidad y la diversidad de contenido. Aun con sus defectos ya a esta altura inevitables para el género, la propuesta general terminó dejando en mi una mejor impresión de la que esperaba. Este nuevo título de la serie no solo apela a los fanáticos que la mantienen viva, sino que también tiene con que atraer a nuevos fans que estaban buscando la puerta de entrada a esta franquicia. Cuando todos pensábamos que la serie no daba para más, Jamboree demostró que no hay que reinventar la rueda, sino engrasarla para que gire de la mejor manera posible. Por suerte, puedo certificar que funcionando así, la diversión llega más rápido que nunca.
Super Mario Party Jamboree
Desarrolla:
Nintendo Cube
Distribuye:
Nintendo
Fecha de lanzamiento:
17 de octubre, 2024
Disponible en:
Nintendo Switch
Versión analizada:
Nintendo Switch
«Super Mario Party Jamboree encontró la manera más dinámica y efectiva de volver a presentar su fórmula clásica»