Desde el primer trailer de la secuela de Breath of the Wild, todos estuvimos pendientes del día que pudiéramos regresar a Hyrule. Pero ese deseo cargaba consigo una duda parasitando la anticipación: ¿Será una expansión glorificada? ¿Podrá hacer algo distinto con el mismo mapa? ¿Cómo se continúa lo que para casi todo el mundo – y quien les habla – es el mejor juego de la historia? Para responder esta pregunta, lo único que podía hacer era sumergirme en Tears of the Kingdom y tratar de pasar la mayor cantidad de tiempo posible en él.
Consciente de que estas preguntas van a existir, TOTK arranca respondiendo. Luego de una breve pero emotiva puesta en tema tanto para quienes jugaron la entrega anterior como para los que no, el comienzo de la aventura se asegura de demostrar que el concepto del título va a diferir de todo lo que habíamos experimentado antes. En lo que puede llegar a ser una de las mejores introducciones tutoriales a un video juego, las islas flotantes que ponen a prueba al héroe del tiempo, sintetizan los tres pilares de esta secuela: descubrimiento, sistemas y experimentación. Eventualmente llegaremos al terreno que conocíamos, pero las primeras horas – que pueden ser tantas como nosotros queramos – ya podrían ser un juego nuevo por su propio mérito.
Cuando llega el momento de poner los pies sobre la tierra, sin embargo, las sorpresas continúan. Breath of the Wild no fue el primer juego del cual se dijo que su mapa era el verdadero protagonista, pero Tears of the Kingdom si es el primero donde ese protagonista tiene un desarrollo de personaje para la segunda parte. Cada nueva ciudad de GTA o cada nuevo sector de la Gótica de Batman Arkham, no son más que nuevos terrenos unidos por el lore, pero nunca son dos veces el mismo lugar. La Hyrule de TOTK es una tierra modificada por el paso del tiempo, por los sucesos del cataclismo de dimensiones bíblicas que la azotó, pero también del impacto que tuvo en sus habitantes. Porque en esta oportunidad, el terreno no es aumentado sobre el mismo eje, sino en las distintas aristas que componen a una nación y como bien dice la frase, la patria es el otro.
El pueblo siempre estuvo presente en las distintas aventuras de Link y Zelda, pero siendo esta una de las pocas secuelas lineales, en esta oportunidad la gente recuerda todo lo que sucedió en el juego anterior y su vida fue revolucionada. Este Hyrule se siente más vivo que nunca porque su gente se siente más viva que nunca. Sufre, recuerda, llora y reconstruye. Ya sea a través de simples aventuras secundarias o con diálogos oídos al pasar, se siente que no fuimos los únicos que experimentamos los sucesos de BOTW, sino que todas estas personas también lo hicieron y eso es todo un nuevo nivel de inmersión que, sinceramente, nunca había sentido en un juego. Esto está incluso remarcado en la subtrama de su historia, la cual es a mi parecer una de las mejores de todas las entregas de La Leyenda de Zelda. Y no sólo por los hechos que no pienso spoilear ya que son parte fundamental de la experiencia, sino de todo lo que nos vamos enterando a través de leer textos, visitar nuevas locaciones y hasta simplemente prestando atención a los lugares que solíamos conocer.
Tears of The Kingdom cuenta con una trama social realmente interesante que logra tridimensionalizar a sus personajes. Además de enfrentarnos a todo tipo de monstruos, dragones y criaturas místicas, también vamos a atestiguar el intento de Zelda por urbanizar su reino, reconstruir las ciudades azotadas por la calamidad y hasta construir escuelas para instruir al pueblo. Hasta se pueden encontrar planteos de educación sexual, explotación laboral y suministro de drogas a la clase trabajadora para mantenerla sumisa. Nadie hubiera esperado ni pedido esto de un juego de Zelda y sin embargo enriquece el relato al tiempo que demuestra la sangre fresca que comienza a hacerse un lugar en Nintendo. Entonces… ¿logra hacer algo nuevo con el mismo mapa? Por supuesto, porque las modificaciones no están necesariamente en el terreno, sino en quienes viven en él.
Desde ya, el terreno cambió y en grande. El secreto mejor guardado de TOTK fue que no solo íbamos a poder explorar el cielo y la tierra, sino también todo un mundo subterráneo, el cual está lleno de peligros escondiéndose en la oscuridad. Será nuestra labor mapear e iluminar lo profundo, en lo que es uno de los aspecto menos dinámicos del juego pero, al mismo tiempo uno de los más recompensantes, logrando que nos sintamos verdaderos exploradores. Siguiendo esta línea, otra gran manera de modificar el terreno de juego explotando ese sentimiento de descubrir lugares inhóspitos fue con la inclusión de cuevas. Ya sea en la ladera de un desfiladero, a la vera de un río o en el pozo de agua de una aldea, Hyrule está ahora repleto de cavernas que albergan flora, fauna, grandes tesoros y también fragmentos de este viejo nuevo mundo.
Pero claro, si de repente el mundo del juego se transforma en su más grande personaje, las mecánicas del título tienen que estar a la altura de semejante propuesta. Y acá es donde entra la capacidad de construir distintos objetos y vehículos. Gracias a esta nueva posibilidad, el único límite posible a la hora de crear herramientas para interactuar con este terreno es nuestra propia imaginación. Nintendo, haciendo algún tipo de analogía divina, no solo nos dio la tierra sino la capacidad de hacer lo que deseemos en ella y con ella. Y sea que hagamos algo bueno o malo, destructivo o constructivo, aún así podremos lograr nuestros cometidos. Nintendo no solo nos dio un juego completo y complejo, sino que haciéndolo completamente reactivo a nuestro input, también lo hizo moldeable y eternamente novedoso. Porque si, los ligeros elementos de rol están y desde ya es un juego de exploración y aventuras, pero por encima de todas las cosas, Tears of the Kingdom es uno de los simuladores inmersivos más ambiciosos jamás creados, con el detalle no menor de ser una maestría en optimización al estar corriendo en una consola que está de salida, por más que la compañía nipona se niegue a referirse al respecto.
Y mientras que uno quizá no sea capaz de llegar a lo más profundo del agujero de conejo creativo – al menos se que yo no – poder pasar meses y meses viendo cómo la gente creó mechas, autos, motos voladoras, drones con armas de destrucción masiva y hasta instrumentos musicales gigantes, demuestra la profundidad que TOTK es capaz de ofrecer. Si cinco años después los jugadores y jugadoras aún estaban descubriendo secretos de BOTW, no tengo duda que apenas estamos arañando la superficie de este último juego en la saga.
Tears of the Kingdom no se adelanta a nadie con sus mecánicas, pero sin embargo logra un cocktail muy especifico de como combinarlas. Una alquimia muy particular del libro de hechizos de Nintendo, que logra que en sus dimensiones hasta se diluyan los puntos negativos que uno puede encontrar. Porque el que mucho abarca poco aprieta y por momentos, ya sea la exploración en el subterráneo o en el firmamento, puede volverse un tanto monótona. Puede no parecerlo, pero TOTK resulta ser un juego bastante experimental en su propuesta, por más que siga los lineamientos de un juego de acción en tercera persona común y corriente.
Algunas de las incomodidades de su predecesor también fueron solucionadas con la inclusión de menús mucho más claros, listas de misiones y hasta una serie de cheats que, si me apuran, diría que fueron dejados adrede como parte de la experiencia “videojuego” que Nintendo buscaba ofrecer. Un experimento en múltiples capas que busca ser sumamente inmersivo al mismo tiempo que puede ser completamente arcadoso. Casi un juego distinto para cada jugador y jugadora posible, al mismo tiempo que es una experiencia comunitaria para todas las audiencias. Y aún sabiendo que “Zelda” es un nombre que puede resultar intimidante, este juego es tanto para los fanáticos como para cualquiera que jamás haya tocado uno. Porque más allá de sus personajes entrañables y todas las referencias históricas para fanáticos de la primera hora, lo que ofrece esta última aventura de Link, es la mayor expresión de un juego de nueva generación que tenemos en la actualidad.
Tears of the Kingdom es uno de esos extraños casos donde un rayo golpea en el mismo lado dos veces. Ante la pregunta “¿Cómo se continúa lo que para casi todo el mundo es el mejor juego de la historia?, la respuesta no fue hacer más de lo mismo sino más con lo mismo, demostrando lo maleable que es en su núcleo y la maestría que tiene Nintendo como creadores de juguetes. Me pesa no poder evitarlo, pero sinceramente opino que TOTK trasciende a toda expresión de puntaje numérico, porque no solo es una de las experiencias más ricas que se pueden conseguir en este momento en cualquier plataforma, sino que también es el desencadenante de todo lo que el gaming será de acá a unos años. Un juego que inspirará a desarrolladores a experimentar y a jugadores a transformarse en desarrolladores. Tal vez esta sea la verdadera leyenda de Zelda.

Legend of Zelda: Tears of the Kingdom
Desarrolla:
Nintendo EPD / Monolith
Distribuye:
Nintendo
Fecha de lanzamiento:
12 de mayo, 2023
Disponible en:
Nintendo Switch
Versión analizada:
Nintendo Switch
«Un juego que inspirará a desarrolladores a experimentar y a jugadores a transformarse en desarrolladores. Tal vez esta sea la verdadera leyenda de Zelda.»